¿Qué son los adaptógenos y para qué sirven?

¿Qué son los adaptógenos y para qué sirven?

Nuestra forma de actuar frente al estrés es una respuesta muy antigua basada en el principio “luchar o salir huyendo”. Lo que quiere decir que ante una situación que nos causa estrés, nuestro cuerpo desencadena una serie de procesos para darnos la energía para que podamos llevar a cabo una de estas dos acciones. Esta respuesta, sin embargo, ya no nos vale. Raramente nos vamos a encontrar con una situación que nos ponga verdaderamente en peligro. Aún así nuestro cuerpo sigue respondiendo de esta forma ante situaciones cotidianas. Este estrés crónico puede causar desequilibrios en nuestro cuerpo, llegando a ser la causa de condiciones como obesidad, depresión o Alzheimer, entre otras. Y es que entre factores de estrés se encuentran cosas tan normales como no dormir bien y comer mal.

¿Qué son los adaptógenos?

Como la propia palabra indica, son sustancias que se adaptan a la situación de cada persona para normalizar el funcionamiento del organismo. Por lo que la misma sustancia puede servir tanto para darnos energía como para relajarnos, según nuestra situación. Su vía de actuación no es concreta y no tienen un papel definido, sino que contribuyen a que haya un equilibrio en el organismo.

La palabra “adaptógeno” fue originada por el científico soviético Nikolai Lazarev quien, durante la Guerra Fría, investigó la forma de aumentar de forma natural la resistencia de los soldados, hasta dar con este grupo de sustancias. Sin embargo, estas han sido utilizadas durante siglos en medicina oriental para tratar síntomas y prevenir algunas enfermedades. Su introducción en nuestra cultura ha sido tardía así que no son muchos los estudios que hay sobre ellos.

Lo que sí se sabe es que ayudan a reducir el estrés del cuerpo, aunque no se sabe exactamente cómo; aumentan la energía; y ayudan en la función adrenal y del sistema nervioso central, los cuales se ven afectados con el estrés.

En 1969, Brekhman definió tres criterios que caracterizaban a una sustancia para poder considerarla un adaptógeno: 1. No pueden ser tóxicas para el ser humano; 2. presentan actividades no específicas que incrementan la resistencia del organismo; 3. regulan o normalizan el funcionamiento del organismo.

La mayoría de sustancias que se han clasificado como adaptógenos tienen además propiedades antioxidantes y antiinflamatoria. Más allá, cada uno tendrá sus propios beneficios y funciones.

Principales adaptógenos:

  • Ashwagandha: muy utilizada en la medicina Ayurveda. Reduce el estrés y la ansiedad, ayuda a controlar la glucemia y aumenta la testosterona.
  • Maca: usada en la antigüedad por los guerreros incas para mejorar la resistencia. Principalmente conocido como un potencial afrodisíaco, reduce algunos de los síntomas asociados a la menopausia y aumenta el rendimiento deportivo. Puedes leer más sobre las propiedades y beneficios de la maca aquí.
  • Ginseng: también muy popular en la medicina Ayurveda. Usado para reducir la fatiga, reforzar el sistema inmune, prevenir algunas enfermedades respiratorias y mejorar el rendimiento mental.
  • Rhodiola: usada por los guerreros vikingos para aumentar la resistencia. Reduce el estrés, la fatiga y la depresión y aumenta el rendimiento físico y mental.
  • Hongo Reishi: usado en medicina tradicional china para regular el sistema inmune, mejorar el ánimo y como antihistamínico.
  • Cúrcuma: sustancia muy consumida en la India y componente del curry. Estimula el sistema nervioso, aliviando algunos síntomas de la depresión y reduciendo el estrés. Además ayuda a combatir la acidez estomacal, liberar gases, drenar el hígado y aliviar artritis y refuerza el sistema inmunitario.

¿Es necesario incluirlos en nuestra alimentación?

Los adaptógenos pueden encontrarse en forma de tés, suplementos o polvos y, aunque por lo general su consumo es seguro, hay que tener cuidado en algunos casos. Por ejemplo con las cantidades, la frecuencia con que se toma, la salud de cada uno y los medicamentos que se estén tomando (especialmente si son anticoagulantes, antidiabéticos o para el tiroides). En estos casos habría que consultar con un médico antes de empezar a tomarlos. Lo mismo en el caso de estar embarazada.

Si se decide incluirlos en nuestra alimentación hay que tener en cuenta que los beneficios observados no tienen por qué ser exactamente iguales en todo el mundo. Tampoco van a curar una enfermedad, ni a hacer que algún mal desaparezca por completo. Y, desde luego, no reemplazan una buena alimentación o un estilo de vida saludable.

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