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¿Existe una relación entre la soja y el cáncer?

relación soja y cáncer

Hace unos años tuvo lugar el boom de la soja, dando lugar a numerosos productos derivados de esta. Aparecieron, como sustitutos de los lácteos, las bebidas de soja, yogures de soja y helados de soja; y, como sustitutos cárnicos, salchichas, hamburguesas, albóndigas… Como todo, en el momento que aumentó su popularidad, y comenzó a desplazar otros productos que siempre habían estado ahí y se consideraban imprescindibles, empezaron a surgir argumentos y estudios a su favor y en su contra. Concretamente cabe resaltar su relación con el cáncer, pues se ha considerado a la soja tanto factor de riesgo, como protectora. 

¿Qué es la soja?

Pues… ¡sorpresa! La soja no es más que una legumbre. Una legumbre asiática, concretamente. Es muy rica en calcio, magnesio, potasio, carotenoides, proteína y fibra. Pero principalmente tiene importancia por su gran cantidad de fitoestrógenos, unas moléculas vegetales, que tienen una estructura similar a nuestros estrógenos.

El tipo de fitoestrógenos que contiene la soja son las isoflavonas y es a estas a las que se les atribuye la mayoría de efectos beneficiosos y perjudiciales y la relación tanto positiva como negativa, entre la soja y el cáncer.

Soja y cáncer ¿es malo su contenido en fitoestrógenos?

El principal argumento en contra de la soja es que se cree que su alto contenido en fitoestrógenos es un factor de riesgo en el cáncer de mama, al simular la actividad de los estrógenos.

Es verdad que los fitoestrógenos pueden actuar como nuestros estrógenos, uniéndose a los receptores de estrógeno, que hay en nuestro cuerpo. Aunque también es verdad que lo hacen de una forma más débil, y la verdad no se queda ahí.

A pesar de que los fitoestrógenos pueden actuar como estrógenos, también pueden tener el efecto contrario, bloqueándolos. Pero, ¿cómo puede ser esto posible? ¿Cómo pueden los fitoestrógenos tener funciones tan opuestas?

En primer lugar, no todos los receptores de estrógeno son iguales. Existen dos tipos: los receptores alfa y los beta, que se distribuyen de forma desigual por el cuerpo. Los alfa se encuentran sobre todo en el pecho y útero y los beta en el sistema nervioso, huesos y sistema cardiovascular. Mientras que nuestros propios estrógenos se unen sin distinción a los dos tipos, los fitoestrógenos sienten más afinidad por los receptores beta.

Que los fitoestrógenos vayan a tener una función estrogénica o antiestrogénica va a depender de los niveles de estrógeno en nuestro cuerpo y del tipo de tejido donde se encuentra el receptor. Si los niveles son altos, bloquearan algunas de sus funciones porque competirán con ellos por los mismo receptores. De esta forma, se ha visto que el consumo de soja (no suplementación con isoflavonas) puede resultar beneficioso en condiciones donde hay dominancia de estrógenos, como la endometriosis, pre-menopausia y cáncer de mama.

En cambio, cuando las concentraciones de estrógeno son bajas, actúan de forma similar a ellos, aunque de forma más débil.

En el caso de los hombres, se dice mucho que el consumo de soja y de fitoestrógenos puede causar un crecimiento de las mamas y que disminuye la concentración de espermatozoides. Esto no es así. Como hemos visto, la actividad de los fitoestrógenos cuando simulan a los estrógenos es mucho más débil y haría falta que se consumiesen cantidades muy grandes diariamente para que esto supusiese un problema. Además, la soja no afecta a los niveles de testosterona y puede ayudar a prevenir el cáncer de próstata. De hecho, se ha visto que las isoflavonas tienen cierto efecto protector frente a varios tipos de cáncer, al inhibir el crecimiento tumoral.

¿Por qué tanto debate?

De nuevo, la soja no deja de ser una legumbre y, como tal, no es perjudicial y su consumo puede tener los mismos beneficios que otras legumbres, como disminuir el colesterol, promover una microbiota saludable y mejorar los niveles de glucosa e insulina, además de tener propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. Aunque es verdad que su alto contenido en isoflavonas tiene un efecto positivo sobre algunos tipos de cáncer. 

Pero entonces, ¿por qué hay tanta polémica? El principal problema es que cuando se realizan este tipo de investigaciones, se suele dar algunos de los siguientes casos:

  1. Se centran sólo en la molécula, en lugar de en el alimento en general. Esto lleva a resultados erróneos, pues no asimilamos de la misma manera una molécula por sí sola, que en presencia del resto de componentes del alimento.
  2. Pocos estudios se realizan en humanos. La mayoría son in-vitro o en animales, que metabolizan las isoflavonas de forma diferente que nosotros.
  3. Se usan cantidades de soja o de isoflavonas muy por encima de lo que consumiríamos de forma habitual. Esto potencia tanto los resultados positivos, como los negativos.

Además, muchas veces, estos estudios, ya sean a favor o en contra, están financiados por la industria de la soja, de los lácteos o de la carne, por lo que los resultados suelen ajustarse a lo que cada uno quiere demostrar. Por ejemplo, estudios financiados por la industria de los lácteos demostrarán que la soja puede ser factor de riesgo en cáncer y causar problemas de tiroides, porque lo que se quiere es que no se desplacen productos lácteos para sustituirlos por sus versiones de soja. Lo mismo pasa con la industria de la soja, que financiará estudios que demuestren que es básicamente imposible vivir sano sin tomar soja o que demonicen a la leche.

La cuestión es que, como cualquier otro alimento, aunque tenga sus beneficios, la soja no es imprescindible. De la misma forma que tampoco es mala para la salud por tener fitoestrógenos. Que, por cierto, la soja, aunque sea el que más tiene, no es el único alimento que contiene fitoestrógenos. Los garbanzos, por ejemplo, también tienen, al igual que otras legumbres o los frutos secos, y nadie va por ahí diciendo que comer garbanzos es malo y mucho menos, cancerígeno.

Por tanto, consumir soja o productos derivados de esta, como tofu, miso, tempeh, bebida de soja, yogur de soja, natto o edamame es perfectamente saludable pero también opcional. Simplemente hay que intentar evitar aquellos productos a base de soja que se comercian como sustitutos a la carne. Como cualquier otro ultraprocesado, el contenido en nutrientes de estos es muy bajo y su efecto sobre nuestro organismo no es bueno.

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