Viajes: 5 días en Dublin y visita a Belfast y Calzada del Gigante

Viajes: 5 días en Dublin y visita a Belfast y Calzada del Gigante

A finales de octubre, mi amiga Natalia (del viaje de Praga, Viena y Budapest) y yo, aprovechando el fin de semana de Halloween, hicimos una escapada a la capital irlandesa, donde dedicamos cuatro días a la ciudad y uno de visita a Belfast y la Calzada del Gigante.

Dublín no será la ciudad más bonita del mundo pero no se puede negar que tiene algo especial. Sus pubs con música en directo, sus parques inmensos, sus puertas de colores, su historia literaria, sus calles, sus músicos callejeros, hacen de ella una ciudad llena de alegría. Muy fácil de ver porque todo está relativamente cerca, a excepción de la cárcel de Kilmainham y el Parque Phoenix; y es fácil de callejear sin necesidad de depender de autobuses.

Por supuesto, Dublin es típica por su cerveza y su buen ambiente nocturno, aunque la comida no tiene nada que envidiarle y hay muchas opciones tanto de comida típica como de comida saludable (bueno, y de Starbucks, que como se descuiden la sirena va a sustituir al Leprechaun como símbolo nacional).

La mayor pega fue que nos pilló el cambio de hora y el domingo nos llevamos un chasco cuando a las 5 y cuarto de la tarde era ya de noche (eso y la casa que alquilamos a través de Airbnb, que no voy a entrar en mucho detalle porque es una parte de este viaje que aún trato de olvidar).

Dia 1

Nuestra aventura comenzó cogiendo un autobús a las 2:30 de la mañana que nos llevaría hasta el aeropuerto de Madrid. A las 7:00, y sin haber dormido casi nada, llegamos a nuestro destino. Después de tener un mini ataque de pánico en la cola de embarque preguntándonos si estaríamos entre los 90 pasajeros afortunados que conseguirían subir el equipaje de mano al avión o por el contrario tendríamos que salir corriendo a facturarlo (cosa que nos comunicaron 15 minutos antes de la hora prevista de salida); el vuelo, por supuesto, salió con retraso. Cosas que pasan habitualmente cuando se viaja con Ryanair.

Llegamos a Dublín sobre las 2 de la tarde y cogimos desde el aeropuerto el autobús que nos había indicado la dueña de la casa. Para seguir en nuestra línea de infortunios, aunque sabíamos el nombre de la parada, no sabíamos cómo de lejos estaba la casa, cuánto tardaba el autobús y el itinerario con las paradas no estaba por ninguna parte. No ayudó que las paradas se anunciasen primero en inglés y luego en irlandés (cosa que descubrimos dos días después), así que no nos estábamos enterando de nada. Después de un trayecto en autobús de más de una hora, cuestionándonos si llegaríamos algún día a nuestro destino o tendríamos que llegar al final del trayecto y dar la vuelta, y con un hambre voraz, conseguimos dar con la parada.

La casa estaba a unos 10 minutos de la parada de autobús, en una zona de urbanizaciones donde no había absolutamente nadie por la calle. Cuando llegamos a la casa, el dueño nos recibió, nos la enseñó y nos explicó cómo funcionaba la ducha (esto es importante). En un principio no parecía estar demasiado mal, aunque el baño daba un poco de pena.

Cuando por fin terminamos de instalarnos y todo, eran ya casi las 5 de la tarde (las 6 en España, y llevábamos sin comer desde que desayunamos a las 7), así  que nos arriesgamos a volver a coger el autobús y fuimos al centro (esta vez se nos dio mejor). Como no era una hora típica para comer (para ellos era casi la hora de cenar), decidimos comer algo rápido de pie mientras recorríamos O’Connell Street, la calle principal de Dublín, muy amplia y llena de árboles. Entre los monumentos que se pueden encontrar en esta avenida destaca The Spire, una aguja de estilo moderno que con 120 metros de altura es el monumento más alto de Irlanda y que fue instalada para celebrar el cambio de milenio; las estatuas, entre las que se encuentra la de Daniel O’Connell, quien es una de las figuras políticas más importantes del país y que logró la Ley de Emancipación Católica de 1829; y la Oficina Central de Correos, donde se proclamó la República Irlandesa en 1916.

O'Connell Street

O’Connell Street

Oficina Central Correos Dublín

Oficina Central de Correos

Después cruzamos el río Liffey, que separa norte y sur de la ciudad, y dimos un paseo por una de las calles peatonales más importantes, Grafton Street, una calle comercial donde pueden encontrarse las tiendas más conocidas y que de noche con la iluminación está preciosa. Cerca de allí vimos las estatuas de Molly Malone y de Oscar Wilde. Básicamente, más que ver algo en concreto, queríamos familiarizarnos con las calles.

Ya de noche cogimos la cena en un Spar y volvimos a casa a pelearnos con la ducha, la cual, como dice Natalia, solo tenía dos opciones: o frío Invernalia o caliente Mordor; y no es que se pudiese elegir, es que cambiaba entre una y otra cada 20 segundos. Entre eso y que la casa estaba helada porque no habían encendido la calefacción, yo me fui a la cama planteándome muy seriamente no volver a ducharme en lo que quedaba de viaje.

Pub O'Neills Dublín

Pub O’Neill’s frente a la Iglesia St Andrews

Dia 2 (Belfast)

Desde España llevábamos ya contratada una excursión a Belfast que incluía la Calzada del Gigante. Para ello tocó un buen madrugón porque el autobús salía bastante temprano desde el centro y aún no nos fiábamos demasiado de los autobuses urbanos, así que queríamos ir con tiempo; e hicimos bien, porque el primer autobús de la mañana, y que teníamos pensado coger, no pasó.

A las 7:30, la hora de salida, nuestro pequeño grupo estaba frente al hotel Riu Plaza The Gresham en O’Connell Street, donde el autobús nos recogió y nos pusimos rumbo a Belfast. Tuvimos un viaje un tanto interesante ya que el guía parecía más interesado en contarnos curiosidades de España que de Irlanda (en serio, ¿a quién se le ocurre explicarle a unas leonesas lo que es Babia?). Tras unas tres horas de viaje hicimos la primera parada en la Calzada del Gigante. Aquí nos dejaron una hora y media para que la visitásemos por nuestra cuenta.

Hay una distancia como de un kilómetro y medio desde el aparcamiento hasta la Calzada. Por una libra se puede coger un autobús que te lleva en 5 minutos pero, a no ser que el tiempo sea muy malo, yo recomiendo hacer el camino andando, que es lo que nosotras hicimos. Es un paseo por la costa que no llega a 20 minutos y las vistas son preciosas. Al llegar a la Calzada, cualquier cosa que hayas visto en fotos se queda corta. Es simplemente impresionante. Ahí echamos un buen rato saltando como cabras de piedra en piedra y sacando fotos desde todos los ángulos posibles (si llueve hay que tener cuidado porque puede ser resbaladizo). Cuando se acercaba la hora acordada retomamos el camino de vuelta por la costa. En este caso coger el autobús puede ser una opción porque la vuelta es cuesta arriba, aún así, no es difícil y, tras tanto tiempo en bus y porque el tiempo no estaba mal, decidimos hacerlo andando.

Calzada del Gigante

Calzada del Gigante

Calzada del Gigante

En Belfast, antes de la hora de comer, hicimos una pequeña visita guiada desde el autobús donde pudimos ver los astilleros del Titanic, el Museo del Titanic por fuera, la ciudad en general y el barrio católico, donde se encuentran diversos murales que representan eventos históricos recientes y motivos de protesta, así como de apoyo a distintos movimientos políticos; y en el que cualquiera puede pintar. Luego hicimos una parada en el centro de hora y media para comer y ver lo que quisiésemos. La verdad es que Belfast, aunque es bonita, no tiene mucho que ver, así que en el rato libre comimos frente al Ayuntamiento, dimos una vuelta por los alrededores y compramos una postal para una amiga. Cuando quisimos darnos cuenta ya era la hora de coger el autobús para volver a Dublín.

Mural Belfast

Mural del Barrio Católico

Mural Belfast

Mural del Gigante

Ayuntamiento Belfast

Ayuntamiento

La verdad es que la excursión es algo cara para lo que es porque al final el tiempo en Belfast es mínimo y no da tiempo a ver nada. Nos habría gustado visitar el Museo del Titanic pero está un poco lejos del centro y es enorme, así que era imposible verlo en el rato que teníamos libre. Por supuesto, la empresa te da la opción de quedarte en Belfast más rato pero entonces te tienes que buscar la vida para volver a Dublín y, después de gastar 70€ en la excursión, no era plan.

Llegamos a Dublín sobre las 7. El autobús nos dejó de nuevo en O’Connell Street, así que, hasta las 8 que cenamos, dimos una vuelta por allí y por Henry Street, una calle perpendicular a O’Connell, y que continúa en Mary Street donde encontramos The Chruch, un pub/restaurante del que habíamos oído hablar que, como su nombre indica, está construido en una antigua iglesia de la cual aún conserva elementos, como el órgano. Decidimos cenar ahí. Estaba bastante lleno pero afortunadamente encontramos mesa en el segundo piso. La comida estaba riquísima y el ambiente es muy bueno y tiene un toque muy original.

nachos

pasta

 

Dia 3

Nuestro primer día completo en Dublin lo dedicamos a visitar los principales enclaves turísticos. Tras desayunar unas tortitas de trigo sarraceno y frutos del bosque en Yogism, un local chiquitín especializado en yogur helado pero que también ofrece desayunos saludables en George St Arcade, pasamos por la famosa estatua de Molly Malone, situada ahora frente a la Iglesia de St Andrews (antes estaba al principio de Grafton Street). Aunque Dublín es conocida por las muchas estatuas que tiene, esta es sin duda la más emblemática. Representa a la protagonista de una canción popular irlandesa (no se sabe si pudo existir de verdad), una pescadera que se dedicaba a vender berberechos y mejillones (dice el dicho que de día vendía pescado y por la noche pecado) por las calles de Dublín en el siglo XVII y que un día cayó muerta en la calle debido a unas fiebres.

Tras la foto obligatoria, nos dirigimos al Trinity College, una de las universidades más famosas, fundada por Isabel I en 1592, y que se encuentra bastante cerca de Molly Malone. Aquí hicimos una visita guiada por los exteriores, que organizan los propios alumnos y visitamos su impresionante biblioteca, donde destaca el libro de Kells, un libro con textos en latín de los cuatro evangelios.

tortitas

Molly Malone

Estatua de Molly Malone

Trinity College

Trinity College

Biblioteca Trinity College

Biblioteca del Trinity College

La siguiente parada fue en la Guinness Storehouse, una visita obligatoria para los más cerveceros; y que se encuentra a unos 20 minutos del centro de la ciudad (a nosotras nos llevó un poco más porque nos confundimos al tomar una calle y nos desviamos. Cosas de turista). La visita se realiza con audioguía, lo que viene genial para hacerla a tu aire y tomarte el tiempo que quieras; y consiste en un paseo interactivo a lo largo de cuatro plantas por su historia, ingredientes y campañas publicitarias. Hay varias zonas donde tienes la oportunidad de probar la cerveza, desde catas, a aprender a tirar una buena caña; culminando en el Gravity Bar, donde se puede disfrutar de la vista panorámica de 360º de toda la ciudad mientras te tomas una consumición que está incluida con la entrada. Aquí tuvimos la oportunidad de probar la famosa Guinness (como yo no soy muy cervecera, me reservo mi opinión para no decepcionar a nadie).

Antes de parar a comer volvimos al centro e hicimos una parada en el Ayuntamiento. Por desgracia, con motivo de una boda, la parte más destacada de este edificio, la Rotonda, un hall de forma circular con una cúpula sostenida por doce columnas, estaba cerrada (el resto de días que estuvimos, como era fiesta, también estuvo cerrada); así que en su lugar vimos una pequeña exposición multimedia sobre la historia de la ciudad que tenían montada en el sótano.

Guinness Storehouse

Guinness Storehouse

Ayuntamiento Dublin

Ayuntamiento

Buscando un sitio para comer algo típico fuimos a la zona del Temple Bar, el barrio medieval que recibe su nombre porque Sir William Temple compró los terrenos entre Dame Street y el río Liffey en el siglo XVII; lleno de los típicos pubs irlandeses destinados a los turistas y donde se encuentra el famoso pub con el mismo nombre. En la misma calle del Temple Bar encontramos un pub/restaurante, el Old Mill, donde servían platos típicos irlandeses que nos llamó la atención. Compartimos un Cottage Pie (un pastel con puré de patata y carne) y un Pan Fried Bangers & Mash (salchichas con puré de patata), todo acompañado por supuesto con la “gravy” (salsa típica de Reino Unido e Irlanda). Todo estaba para chuparse los dedos.

Cottage Pie

Pan Fried Bangers & Mash

Después de comer visitamos la Biblioteca Marsh, la Catedral de San Patricio, la cual, tras sufrir varios incendios fue reconstruída en el siglo XIX gracias a una donación de Benjamin Guinness; y Christ Church, que también tuvo que ser reconstruída, conservando su estilo medieval.

Ya para ir acabando el día dimos un paseo por el Parque Merron, rodeado por casas georgianas donde se pueden ver las famosas puertas de colores que abundan en la ciudad; y por edificios emblemáticos como las casas del Gobierno, el Senado, la Galería Nacional, el Museo Nacional de Arqueología o el Museo de Historia Nacional (la entrada es gratuita en ambos museos). En una de las esquinas del parque se encuentra la estatua de Oscar Wilde.

Christ Church

Christ Church

Después buscamos la Casa Número 29, una casa georgiana de 1794 donde se representa la vida dublinesa del siglo XVIII, pero la zona estaba en obras y no la encontramos. En su lugar entramos en el Parque Stephen Green, que estaba al lado y es un parque inmenso. Allí intentamos buscar la placa conmemorativa del primer concierto de U2, que tampoco encontramos. Como era sábado y Halloween, habíamos planeado salir esa noche para ver un poco el ambiente nocturno irlandés pero tras el día tan ajetreado que habíamos tenido estábamos destrozadas y a las 7 de la tarde estábamos en el Temple Bar tomando algo y a las 10 en casa listas para dormir. Como dice mi madre, la vida del turista es muy dura.

Casas georgianas

Casas georgianas

Parque Merron

Parque Merron

Dia 4

Comenzamos nuestro día desayunando en un Starbucks lejos del centro porque ese día era la maraton y las calles estaban cortadas, así que el autobus no pudo realizar el recorrido habitual y nos dejó algo lejos. Con ese retraso empezamos el día un poco tarde, pero teníamos planeado un día más relajado, así que dedicamos la mañana a callejear. Cruzamos el puente Ha’Penny, el cual antaño costaba un penique cruzarlo, de ahí el nombre; y como era domingo buscamos uno de los mercadillos. El que visitamos estaba junto a la destilería de whiskey.

Puente Ha'Penny

Puente Ha’Penny

Destileria dublin

Destilería y mercadillo

Volvimos a dar un paseo por el Temple Bar y entramos a ver el Hard Rock Café y comimos en el Freshly Chopped de O’Connell Street, una cadena de comida rápida pero con ingredientes frescos y nutritivos. Allí comimos una ensalada, la Piri piri chicken y la Greek Passion. Si no te convence comer una ensalada también puede servirse el contenido en wrap o en sandwich.

Después de comer visitamos el Museo Nacional de Arqueología, donde se encuentra el hombre de Clonycavan, un cadáver momificado que se encontró en una turbera pantanosa cerca de Dublín. Luego dimos una vuelta, vimos algunas tiendas, compramos unos souvenirs y volvimos al Freshly Chopped a tomar un smoothie para recargar las pilas, pues a las 8 teníamos reservado un tour de Misterios y Leyendas por la ciudad.

Temple Bar

Temple Bar

ensalada Freshly Chopped

smoothies

El tour comenzaba en la estatua de Molly Malone y de ahí fuimos andando hasta el castillo de Dublin, el cual se incendió en el siglo XVII y su interior tuvo que ser totalmente reconstruído. Actualmente se utiliza para recepciones de jefes de estado. En la visita nos explicaban un poco de la historia de estos sitios, acompañándolo siempre de alguna leyenda.

A continuación visitamos la Muralla, el callejón de los 40 escalones donde vivió Jonathan Swift (Los Viajes de Gulliver) y dejaba dinero a los vagabundos que se refugiaban allí; Christ Church y el pub Darkey Kelly’s, cuyo nombre hace referencia a una madame que fue acusada de brujería y quemada en la hoguera. La leyenda dice que esperaba un hijo de uno de los miembros del Club Hellfire, Simon Luttrell, el Sheriff de Dublin, y que tras amenazarle fue condenada. Sin embargo, la historia real parece indicar que Darkey Kelly pudo ser la primera asesina en serie de la ciudad, pues durante la investigación del asesinato de un zapatero cerca del burdel que regía, se encontraron otros cinco cadáveres que tenía escondidos en una habitación secreta.

El recorrido finalizó a las once de la noche en el Brazen Head, el pub más antiguo de Dublín, fundado en 1198, y que ha albergado a personajes literarios como James Joyce (autor de Ulysses) y Jonathan Swift, además de a revolucionarios como Robert Emmet y Daniel O’Connell. Consta de varias salas cubiertas con fotos donde se refleja su historia. Algunas de las salas cuentan con música en directo, y en su menú se puede disfrutar tanto de comida tradicional irlandesa como de hamburguesas.

Día 5

El último día en Dublín, como no nos quedaba nada por ver y lo que nos quedaba o estaba cerrado o estaba demasiado lejos (Rotonda y Parque Phoenix), lo dedicamos a ver tiendas antes de coger el avión por la tarde. Dejamos las maletas en una oficina de turismo frente al Trinity College y nos encaminamos rumbo a Henry Street, donde se encuentran, las tiendas principales y un centro comercial. Este día no tiene mucho que contar. Comimos un trozo de pizza en un puesto cerca de O’Connell Street, fuimos a buscar las maletas y cogimos el autobús que nos llevaría al aeropuerto.

Por desgracias no tuvimos oportunidad de ver la Cárcel Kilmainham porque son muy pocas las visitas que se hacen y ese fin de semana con la maratón estaba todo completo. Pero bueno, así tenemos una excusa para volver 🙂

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