Comúnmente conocemos la inflamación como una respuesta normal de nuestro cuerpo ante una lesión o un ataque al sistema inmunológico. Esta se manifiesta con calor, enrojecimiento, hinchazón o dolor en la superficie del cuerpo afectada. ¿Qué es la inflamación interna? Pues, como indica su nombre, es esta misma respuesta inflamatoria pero que ocurre en nuestro interior, por lo que es, por lo general, imposible de ver, así que puede estar causando daños sin que seamos conscientes de ello.
Problemas que causa la inflamación interna
Es normal que aparezca inflamación interna por algo que hemos comido o como respuesta a un patógeno, esa es la forma que tiene nuestro organismo de defenderse. Los problemas asociados a esta condición aparecen cuando nuestro organismo tiene activada esta respuesta inflamatoria de forma continuada debido a nuestros hábitos.
La inflamación interna daña terriblemente el cuerpo, pues facilita la acumulación de grasa, especialmente en la zona del vientre, y predispone al cuerpo a sufrir enfermedades como artritis, asma, alergias, enfermedades cardiovasculares, derrames cerebrales, Diabetes tipo 2, depresión, cáncer, enfermedades autoinmunes o colon irritable. La inflamación crónica puede llegar a descomponer el colágenos, dañar las articulaciones, los vasos sanguíneos, el sistema digestivo, el tejido cerebral y el sistema nervioso, entre otros.
¿Cómo puede evitarse la inflamación interna?
Por suerte, o por desgracia, nuestra alimentación juega un papel muy importante en la aparición de esta condición. Cuando se ingieren azúcares, harinas refinadas o alimentos procesados que causan una elevación rápida de los niveles de glucosa en sangre, el cuerpo responde segregando insulina. El exceso de insulina pone en alerta al sistema nervioso activando enzimas que elevan en exceso el nivel de ácido araquidónico en sangre. Esto produce la inflamación. La inflamación impedirá que la glucosa llegue bien al cerebro, así que el cuerpo requerirá más, entrará antojo de dulce, se consumirá y se creará más inflamación. Es un círculo vicioso.
Otros alimentos que influyen en la inflamación son las grasas de origen animal (saturadas). Se ha visto que tras consumir en exceso alimentos como lácteos, cerdo, aves de corral y huevos aumentan los niveles de endotoxinas en nuestro torrente sanguíneo. Las carnes procesadas, como embutidos, producen una respuesta inflamatoria, aunque no se consuman en exceso.
Los aceites vegetales también juegan un papel importante pues, aunque los alimentos ricos en omega-6 y en omega-3 tienen efectos beneficiosos, esto ocurre cuando se consumen en un ratio 2:1 o 1:1, sin embargo, nuestra dieta habitual es muy rica en omega-6 y muy baja en omega-3, lo que crea un desajuste que favorece los procesos inflamatorios. Esto se debe a que los omega-6 son convertidos rápidamente por el organismo en prostaglandinas y otras proteínas inflamatorias. Lo mismo ocurre con los omega-3, pero esta transformación ocurre de una forma mucho más lenta. Esto da tiempo a los mecanismos antiinflamatorios del cuerpo a actuar. La importancia de mantener los niveles adecuados de estos ácidos grasos se debe a que ambos compiten por las enzimas de conversión. Por lo que si hay bastante omega-3, no habrá tantas enzimas que conviertan el omega-6 y se evitará la inflamación.
Además de azúcares, grasas saturadas y aceites vegetales habría que añadir a la lista cualquier alimento que catalogaríamos como “no saludable”, es decir, los alimentos procesados. Alimentos ricos en grasas trans, aditivos, conservantes, glutamato sódico… pero también otros factores como el estrés, las medicaciones y el sobrepeso influyen.
Podemos mitigar la inflamación, no solo reduciendo el consumo de estos alimentos, sino también siguiendo una dieta rica en verduras, frutos secos, frutas y alimentos ricos en fibra en general, ya que ayudan a mantener los niveles de glucosa estables y aportan nutrientes que disminuyen la inflamación.
Conclusión
¿Hay algún factor que determine si vamos a sufrir inflamación? A parte de la alimentación, también influye un poco la genética. Unas personas están más predispuestas a sufrir inflamación que otras, de la misma forma que pueden estar más predispuestas a sufrir colesterol o estrés. También se ha observado que la inflamación interna es mayor en fumadores que en no fumadores.
Por último, reiterar lo importante que es mantener esta condición a raya. La presencia de inflamación en el organismo, no solo facilita la subida de peso y el paso de toxinas al torrente sanguíneo, sino que también se ha visto una estrecha relación entre enfermedades como el Alzheimer y el cáncer con los procesos inflamatorios.