¿El estrés aumenta el colesterol?
Son muchos los factores que pueden influir en la aparición de colesterol; desde genética, una mala alimentación, un estilo de vida sedentario, tener obesidad, diabetes, fumar… Sin embargo, hay veces que encontramos gente que parece hacer todo esto bien: siguen una alimentación saludable, hacen ejercicio… y aún así, tienen los niveles de colesterol alto. En algunos casos esto se debe al error de tratar todos los tipos de colesterol como si fuesen iguales, pero hay ocasiones en que, incluso llevando un estilo de vida saludable, tiene el “colesterol malo” alto. Esto puede deberse a los niveles de estrés, pues, últimamente se está comprobando que el estrés aumenta el colesterol en algunos casos.
Y es que, hoy en día, cada vez se ven más casos de colesterol relacionado con el estrés crónico. El estrés se asocia con un aumento de los niveles de LDL y de padecer enfermedades cardiovasculares. Antes se creía que esta relación ocurría de forma indirecta, pues el estrés suele inducirnos a comer peor. Ahora, sin embargo, se ha visto que, aunque indirectamente sigue influyendo mucho, esta relación es mucho más directa.
Cómo aumenta el estrés el colesterol
Cuando sufrimos estrés, nuestro organismo segrega cortisol y adrenalina. Estas dos hormonas crean una acción en el cuerpo llamada de “lucha o huida”. Básicamente, esta es una reacción de emergencia que prepara al cuerpo para enfrentarse a una situación o salir corriendo. Su origen está en la prehistoria cuando el hombre debía reaccionar rápidamente ante un peligro. Por ejemplo, al encontrarse con un depredador. Ahora, por supuesto, no solemos enfrentarnos a este tipo de peligros, sin embargo, la respuesta de nuestro cuerpo sigue siendo muy similar.
En estas situaciones, el cuerpo necesita producir mucha energía para afrontar lo que detecta como un peligro. Para ello, libera glucosa y triglicéridos a la sangre que serán enviados al cerebro y a los músculos para allí ser transformados en energía. Y, cuando tenía una razón lógica, no pasaba nada porque esa energía extra se consumía; pero ahora toda esa energía no la utilizamos así que, o se almacena en forma de grasa, o se queda en la sangre. Los azúcares que no se usan terminan por convertirse en triglicéridos y son transportados en sangre por lipoproteínas de baja densidad (LDL).
Como ya vimos en la entrada Mitos y verdades del colesterol, es distinto el HDL o “colesterol bueno” y el LDL o “colesterol malo”. Sin embargo, dentro del LDL encontramos dos tipos distintos: pocas partículas de gran tamaño (LDL-c); o muchas pequeñas (LDL-p). Lo ideal es que nuestro LDL esté formado por las primeras, pues de esta forma existe menos riesgo de que precipiten y formen placas en las arterias. Como vimos en aquella entrada, las grasas que ingerimos forman las LDL grandes de buena calidad. En cambio, las LDL de mala calidad y peligrosas aparecen por consumir triglicéridos y azúcares. Por lo tanto, no es solo el hecho de que el estrés aumenta el colesterol; es que aumenta el colesterol peligroso y el riesgo de sufrir enfermedades.
Para empeorar todo esto, el estrés crónico contribuye a la aparición de inflamación interna en el cuerpo. Esta inflamación afecta, entre otros, a las arterias. De esta forma favorece la acumulación de placa y por consiguiente aumenta el riesgo de padecer enfermedades coronarias.
Conclusión
Es importante recalcar que la aparición de colesterol debido al estrés va a variar mucho de una persona a otra. El estrés no aumenta el colesterol en todas las personas que lo padecen y, además, no todos somos igual de sensibles al estrés y hay situaciones que para unos pueden suponer el fin del mundo y para otros no.
Cuando el colesterol aparece por estrés es difícil controlarlo solo con una buena alimentación. Desde luego sigue siendo importante llevar una alimentación saludable y hacer ejercicio (lo que va a influir tanto sobre el colesterol como sobre el estrés), especialmente para que no vaya a peor; pero la clave será lidiar con la raíz del problema. Hay que intentar eliminar o tratar la causa que nos genera estrés. Sin embargo, especialmente cuando ese estrés proviene del trabajo, es difícil encontrar la forma de eliminarlo. A pesar de ello, es vital buscar pequeños hábitos que podamos introducir en nuestra rutina diaria que nos ayuden a desconectar.