¿Por qué es verdad que el estrés engorda?

¿Por qué es verdad que el estrés engorda?

El estrés es uno de los mayores problemas a los que se somete la sociedad de hoy en día y, si no se controla y se convierte en crónico, puede tener graves repercusiones sobre nuestro organismo. Ya vimos en esta entrada cómo el estrés podía ser un factor de riesgo para desarrollar colesterol y enfermedades cardiovasculares y seguro que hemos escuchado un montón de veces que el estrés engorda, pero ¿cómo ocurre esto exactamente?

Antes de nada, hay que entender que cada persona es distinta y el estrés no afecta a todo el mundo de la misma forma. Mientras que hay gente que tiende a engordar durante periodos en los que está sometido a mucho estrés, puede darse el caso completamente opuesto, en que el estrés produzca una pérdida de apetito y se tienda a adelgazar. En esta entrada nos centraremos en el primero.

Mecanismos por los que el estrés engorda

Para empezar, durante periodos de estrés, se libera más grelina, la hormona del hambre, lo que aumenta el apetito y la adiposidad, es decir, no solo comeremos más, sino que también se acumularán lípidos con mayor facilidad.

En estas situaciones nos apetecerán alimentos que nos proporcionen un efecto placentero. Los alimentos ricos en azúcares y grasas de mala calidad, además de muy calóricos, producen la liberación de adrenalina, noradrenalina y serotonina, unos neurotransmisores encargados de las señales de recompensa y que producen un estado de bienestar. Lo que puede hacer que cuando estamos estresados o decaídos tendamos a refugiarnos en este tipo de alimentos sin que el apetito tenga necesariamente nada que ver. Esto, sumado al efecto que hemos mencionado de la grelina, hace que comamos alimentos insanos y en grandes cantidades y que aparezcan los atracones.

El estrés, además, hace que se libere cortisol. Cuando los niveles de esta hormona son altos, producen un estado de inflamación interna que favorece la acumulación de grasa corporal, especialmente en la zona de la cintura y que se conoce como grasa visceral y, como vimos aquí, es la más peligrosa.

Además, al producirse cortisol, se libera glucosa a la sangre para tener suficiente energía para enfrentarnos al peligro que se supone que nos está estresando. Esta es una respuesta primitiva, de cuando el estrés aparecía, por ejemplo, si había que huir o enfrentarse a un peligro. Ahora, normalmente, lo que nos produce estrés raramente necesita de esta energía, así que se almacenará en forma de grasa. La insulina que se libere para retirar de la sangre la glucosa también contribuirá a la inflamación que hemos mencionado en el párrafo anterior. Además, al liberarse mucha insulina, los niveles de glucosa decaerán y en este estado de hipoglucemia se liberará más cortisol. Al haberse quedado las células sin glucosa, nos apetecerán alimentos hipercalóricos que nos aporten un suministro rápido de energía, se volverá a liberar mucha insulina y el ciclo se repetirá. Básicamente, es un círculo vicioso. Con el tiempo, todo esto puede terminar desencadenando una resistencia a la insulina, lo que, a su vez, puede desencadenar en Diabetes tipo 2.

Por último, el estrés puede afectar al descanso y ya vimos en esta entrada cómo el sueño influía en nuestra alimentación. Ante la falta de sueño y descanso apropiados se ven afectadas algunas hormonas, como la leptina, la hormona de la saciedad, que hará que nos cueste más sentirnos saciados. Además intentaremos compensar la falta de energía por la falta de descanso con alimentos hipercalóricos que nos aporten mucha energía instantánea.

Conclusión

Como ves, es cierto que el estrés engorda y, por ello, no siempre se puede atribuir el aumento de peso simplemente a un consumo elevado de calorías o falta de ejercicio o de fuerza de voluntad, con frecuencia se debe a causas externas a nosotros mismos y que son muy difíciles de manejar. Es muy fácil decir que hay que reducir el estrés, pero llevarlo a cabo no es tan fácil (aquí puedes encontrar 5 formas de reducir el estrés). Ante todo, hay que tener paciencia y tener claro que para bajar de peso, disminuir las calorías que se toman pero no identificar las posibles causas de ese aumento de peso y no establecer hábitos saludables diarios, no va a tener el efecto que buscamos.

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