Aceite de coco ¿de verdad es “veneno puro”?
La semana pasada se causó un gran revuelo después de que la directora del Instituto para la Prevención y Epidemiología de Tumores de la Universidad de Friburgo y profesora de la Escuela de Salud Pública de Harvard, Karin Michels, calificase en una conferencia al aceite de coco como “veneno puro” y “uno de los peores alimentos que se pueden consumir”.
Es común que oigamos esto referido al aceite de coco o de palma, altamente refinados, utilizados en la bollería industrial; pero el aceite de coco al que la conferenciante hacía referencia era a su versión virgen. Este se ha puesto muy de moda en los últimos años. Sus ventas se han disparado y las propiedades que se le otorgan incluyen aumentar el metabolismo, ayudar a combatir enfermedades, proporcionar un pelo y piel brillantes y hasta blanquear los dientes.
La eterna polémica de las grasas saturadas
No es la primera vez que alguien sale en contra del aceite de coco y, desde luego, tampoco será la última. Los argumentos son siempre los mismos: el aceite de coco es muy rico en grasas saturadas–>las grasas saturadas aumentan el colesterol–>el colesterol es un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares–>el aceite de coco es malo para el corazón y, por lo tanto, veneno puro.
Como vimos en la entrada de Mitos y verdades sobre el colesterol, esto no es exactamente así; y la razón por la que se tiene esta creencia errónea se debe a un estudio que realizó Ancel Keys donde aparentemente se confirmaba una relación entre consumo de grasas saturadas y enfermedades del corazón. Digo aparentemente porque de 22 países con los que contaba el estudio original, solo mantuvo los siete que se ajustaban a su hipótesis. Aún así, esto sirvió para desencadenar la gran guerra contra las grasas saturadas. La cual, aún mantienen muchos hoy en día, a pesar de que se confirmase que el estudio era incorrecto.
Aceite de coco ¿veneno puro?
Es cierto que no hay muchos estudios que respalden todas las propiedades que se le atribuyen al aceite de coco; y ya sabéis que a mí lo de dotar a los alimentos de propiedades milagrosas no me va. Pero una cosa es que el aceite de coco no cure enfermedades y otra que sea “veneno puro”.
Y es que, aunque no hay muchos estudios que respalden sus propiedades, sí hay evidencias científicas que respaldan que las grasas saturadas no son las causantes de enfermedades cardiovasculares (link, link).
Sí, las grasas saturadas pueden aumentar el LDL, comúnmente llamado “colesterol malo”, y el aceite de coco no es una excepción. Sin embargo, esta idea es sobresimplificar el asunto, pues el LDL no es todo igual. De hecho, existen dos tipos de LDL y son muy distintos. Una opción es tener pocas partículas y grandes de LDL, que viajan por el torrente sanguíneo sin problema; y otra es tener muchas partículas de pequeño tamaño, que es más probable que se adhieran a las paredes de las arterias y formen placa. Por lo tanto, son las segundas las que suponen un factor de riesgo en las enfermedades coronarias; y, adivina, este tipo de partículas no son causadas por las grasas saturadas, sino por el azúcar.
Es necesario añadir que además de aumentar el LDL, también aumentan el HDL o “colesterol bueno” (el azúcar, en cambio, lo disminuye). Esto hace que los niveles de colesterol de uno y otro sean parecidos, que es lo deseado, pues el HDL ayuda a eliminar el LDL de la sangre.
Grasas saturadas no todas iguales
El programa de la BBC Trust Me I’m a Doctor, junto a dos eminentes académicos de la Universidad de Cambridge, realizó un seguimiento a 94 voluntarios repartiéndoles en 3 grupos. Durante cuatro semanas, el primer grupo ingeriría al día 50 gr de aceite de coco virgen extra; el segundo grupo ingeriría la misma cantidad de aceite de oliva virgen extra; y el tercero de mantequilla sin sal. Los resultados fueron: el grupo de la mantequilla vio un aumento del 10% en el colesterol malo y un 5% en el bueno; los del aceite de oliva vieron reducido el colesterol malo, aunque de forma no muy significativa, y un aumento del 5% del colesterol bueno; y los del aceite de coco no aumentaron el colesterol malo y el colesterol bueno aumentó en un 15%. (Aún así, esto es solo un estudio).
La pregunta aquí sería: ¿por qué la mantequilla y el aceite de coco tienen resultados tan diferentes siendo las dos grasas saturadas? La respuesta: porque como en otros muchos campos de la nutrición, las grasas saturadas no son todas iguales.
Las grasas saturadas se clasifican según el número de carbonos que los componen y tienen un impacto distinto sobre el organismo. Los hay de cadena larga: esteárico (considerado bueno, pues baja el LDL), palmítico y mirístico (aumentan LDL de densidad grande y no tienen efecto sobre HDL); de cadena media: laurico (el presente en el aceite de coco, se le asocian beneficios sobre el colesterol bueno, siendo el que más lo aumenta), cáprico y caprílico (se les atribuyen beneficios positivos sobre la pérdida de peso y sensibilidad a la insulina); y de cadena corta: butírico, propiónico y acético (los producen las bacterias buenas del intestino al digerir la fibra).
Grasas saturadas vs aceites vegetales
A lo que siempre ha llevado el miedo a las grasas saturadas es a que se recomendase el consumo de aceites vegetales como aceite de girasol o de canola, ricos en grasas poliinsaturadas, es decir, saludables. En mi opinión, considerar los alimentos solo por sus macro y micronutrientes, en lugar de en su conjunto y por el efecto que tienen sobre nuestro cuerpo, es una forma bastante desfasada de ver la alimentación. Y es que, los aceites vegetales estarán formados por grasas consideradas buenas, pero también están altamente procesados y son muy ricos en Omega 6. Todo ello contribuye a que favorezcan la aparición de inflamación interna, la cual sí es factor de muchas enfermedades. (Ten presente que nada de esto tiene que ver con el aceite de oliva virgen extra).
Entonces, ¿es bueno tomar aceite de coco?
Pues no está probado que sus efectos beneficiosos sean del todo reales, pero eso no significa que el aceite de coco sea directamente malo y mucho menos, veneno puro. Con esto no estoy recomendando tomarlo a cucharadas como muchos hacen; de la misma forma que no tomaría el aceite de oliva a cucharadas así por las buenas, a pesar de que sus propiedades sí que estén sobradamente confirmadas. Tampoco lo calificaría como superalimento, pero puede ser un gran sustituto, por ejemplo a la mantequilla en repostería.
La cuestión es que no es necesario introducir el aceite de coco en nuestra alimentación, pero tampoco tiene ningún sentido calificarlo de “malo” o “veneno puro” y tirarlo a la basura.